¿Es posible que trabajar menos horas pueda hacer que trabajemos mejor? En un mundo laboral cada vez más exigente, donde el estrés y la fatiga parecen ser compañeros constantes de muchos trabajadores, la pregunta sobre si una jornada laboral más corta puede mejorar no solo la salud de los empleados, sino también la productividad de las empresas, se vuelve más relevante que nunca. En diciembre de 2024, España dio un paso importante hacia la posible respuesta a esta pregunta, cuando la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, firmó un acuerdo histórico junto con los sindicatos CCOO y UGT para reducir la jornada laboral a 37,5 horas semanales a partir de 2025, manteniendo intactos los salarios. Este cambio, que entra en vigor de manera gradual, busca transformar el mercado laboral español, mejorar las condiciones de trabajo y, al mismo tiempo, abordar los retos que este tipo de reformas podría suponer tanto para las empresas como para la economía en su conjunto.
Sin embargo, han pasado más de 40 años desde aquella reforma, y la realidad económica y social ha cambiado de forma drástica. La globalización, el avance de la tecnología y las nuevas demandas del mercado laboral exigen una reflexión sobre la jornada de trabajo. Así, en 2024, España se enfrenta a un cambio sustancial en la organización de las horas laborales, impulsado por la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo, aumentar la productividad y abordar la creciente preocupación por el estrés y la salud mental de los trabajadores.
Uno de los principales argumentos a favor de la reducción de la jornada laboral es su impacto positivo en la salud de los trabajadores. Numerosos estudios han demostrado que el estrés laboral y la fatiga derivada de largas jornadas de trabajo pueden generar serios problemas de salud, tanto físicos como psicológicos. La sobrecarga de trabajo ha sido vinculada con enfermedades como la ansiedad, la depresión, enfermedades cardiovasculares, y el agotamiento extremo o burnout.
En este contexto, la reducción de la jornada laboral busca ofrecer un respiro a los empleados, permitiéndoles un mejor equilibrio entre su vida personal y profesional. Diversos estudios han mostrado que, cuando los trabajadores disfrutan de más tiempo libre, su bienestar general mejora y, paradójicamente, su productividad puede aumentar, ya que se sienten más motivados y menos fatigados. La implementación de jornadas más cortas podría llevar a un entorno de trabajo más saludable y sostenible, donde los empleados tengan mayor tiempo para descansar y disfrutar de su tiempo personal, lo cual podría tener beneficios a largo plazo para la economía del país.
A pesar de los beneficios evidentes para los trabajadores, la reducción de la jornada laboral plantea desafíos significativos para muchas empresas, en particular las pequeñas y medianas. Las pymes representan una parte fundamental del tejido económico de España y suelen enfrentarse a recursos más limitados para adaptarse a cambios legislativos de esta magnitud.
El principal desafío radica en la capacidad de las empresas para mantener la misma productividad con menos horas de trabajo. Algunas empresas pueden verse obligadas a contratar personal adicional, lo que aumentaría los costes laborales. En sectores como la hostelería, el comercio o la sanidad, donde los horarios extendidos son una necesidad, podría ser difícil reorganizar los turnos sin que ello repercuta en el precio de los productos o servicios, afectando la competitividad del sector.
Otro aspecto a considerar es el impacto en la competitividad internacional de España. En un mundo globalizado, donde las empresas tienen la opción de operar en diversos países con costes laborales más bajos, la reducción de la jornada laboral podría hacer que España pierda atractivo como destino para la inversión extranjera. Si bien las mejoras en la calidad de vida de los trabajadores son importantes, las empresas podrían optar por reubicar sus operaciones en países donde las jornadas laborales siguen siendo más largas y, por tanto, los costos de producción más bajos.
Además, la reforma podría generar tensiones en las relaciones comerciales con países de la UE que tienen jornadas laborales más largas o estructuras laborales diferentes. El contexto internacional jugará un papel crucial en la forma en que se implementa y se adapta esta medida en España.
Otro aspecto relevante de la reducción de la jornada laboral es su posible impacto en la igualdad de género. En muchos hogares españoles, las mujeres enfrentan una doble jornada laboral, compaginando sus responsabilidades en el trabajo con las tareas domésticas y de cuidado de los hijos. Esta medida podría beneficiar especialmente a las mujeres, ofreciéndoles más tiempo para dedicar a su vida personal y familiar, mejorando su bienestar y reduciendo la sobrecarga de trabajo que tradicionalmente recae sobre ellas.
Países como los Países Bajos, Noruega y Finlandia han implementado jornadas laborales más cortas, con resultados generalmente positivos. En estos países, la reducción de las horas de trabajo ha estado acompañada de una mayor flexibilidad y una cultura empresarial centrada en el bienestar. En el caso de Noruega, por ejemplo, se ha probado la reducción a 4 días de trabajo sin pérdida salarial, con un aumento de la satisfacción de los empleados y una productividad comparable o incluso superior a la de jornadas más largas.
Sin embargo, los casos internacionales también demuestran que la implementación de una jornada laboral reducida requiere un enfoque gradual y adaptado a las características de cada país y sector. La experiencia de otros países puede servir como modelo, pero también como advertencia de los retos que pueden surgir en el proceso de adaptación.
En conclusión, la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales es un paso importante hacia la modernización del mercado de trabajo en España, con el potencial de mejorar la salud y el bienestar de los trabajadores, así como de crear un entorno laboral más sostenible y equilibrado. Sin embargo, los desafíos económicos, especialmente para las pequeñas y medianas empresas, y los efectos sobre la competitividad internacional, son aspectos que no deben ser subestimados.
El éxito de esta medida dependerá de su implementación gradual, del apoyo a las empresas para adaptarse, y de la creación de políticas complementarias que fomenten la innovación, la productividad y la formación continua de los trabajadores. Solo así se podrá garantizar que la reducción de la jornada laboral no solo sea beneficiosa para los trabajadores, sino también para la economía en su conjunto.